El P. José Kentenich consideraba a Schoenstatt como un Movimiento “de educación y de educadores”, un Movimiento que busca la educación integral del hombre. Al ser así, lo primero que pretende es formar personalidades capaces de educar con sus vidas, con su testimonio, con su radicalidad y su entrega.
Decía el P. Kentenich: “Éste es el fin de nuestra educación: hacer que los que nos han sido confiados tengan la disposición y la capacidad de vivir, por motivación e iniciativa propias, la vida de un hijo de Dios”. Con estas palabras, aparentemente tan sencillas, se refiere el Padre a la educación de aquellos que Dios nos confía y a nuestra propia autoeducación.
El P. Kentenich señaló cinco estrellas, cinco pilares, que debían caracterizar la pedagogía de Schoenstatt:
- En lo que se refiere al educador desarrollamos la Pedagogía de la Confianza. La pedagogía de la confianza es una relación de intimidad y diálogo para captar los intereses del otro, es aprender a escucharle, es respetar su originalidad y su libertad, es despertar sus potencialidades, acentuando sus lados positivos. La fe en lo bueno de toda persona despierta mutua confianza y es la base de cualquier educación.
- En cuanto a los medios, hablamos de la Pedagogía de Vinculaciones. El hombre crecerá sano cuando cultive sus relaciones. Éstas son el medio educativo más rico para alcanzar la armonía, el cobijamiento, satisfacer la necesidad de seguridad y apoyo, y concretar el camino a la santidad. Los vínculos a los que se refiere esta pedagogía no son únicamente humanos, sino también a lugares, ideas, obras o tareas.
- Si se atiende al proceso de educar, entra en juego la Pedagogía del Movimiento. La pedagogía de Schoenstatt no es estática, sino dinámica, es decir, si bien el fin último no cambia, el camino a recorrer para alcanzarlo se mueve constantemente para adaptarse al educando en cada momento de su vida. Esta pedagogía asume que el crecimiento espiritual es lento y exige paciencia. Que el crecimiento sano va de dentro hacia fuera, y se genera a partir de la fuerza interior, porque cuando la pedagogía se basa en exigencias exteriores fracasa. Por este motivo esta pedagogía nos anima a despertar en nosotros mismos y en el educando motivaciones que muevan a decisiones y estilo propio.
- A partir de la meta hablamos de la Pedagogía del Ideal. Los ideales son los que marcan la meta que anhelamos alcanzar. Se trata de poner el alma bajo la luz de un ideal que nos lleve a aspirar a lo más alto, a la santidad, pero siempre desde el reconocimiento, por una parte, de nuestra pequeñez y nuestras limitaciones, pero por otra, de la grandeza de nuestra alma. La pedagogía del Ideal busca conseguir la “mejor versión” de uno mismo, a partir del sello impreso por Dios en nosotros al crearnos.
- La fuerza pedagógica fundamental es la llamada Pedagogía de la Alianza. La relación que se da entre educador y educando debe darse en clave de alianza y oración. Educamos también a través de la oración, pedimos por nuestros educandos, los llevamos ante Dios y los colocamos en sus manos. Al mismo tiempo, nuestra historia personal es una historia de alianza en la que Dios mismo interviene como educador. Decía el P. Kentenich: “Cuanto más conscientes somos de nuestra debilidad, tanto más tenemos la convicción de que ha habido una conducción divina sobre nuestra vida”.
Para más información, descargue el PDF “Las estrellas de la Pedagogia de Schoenstatt«.